Columna: Dilema del uso de los envases plásticos, la vida útil de las frutas y la lucha contra el desperdicio alimentario

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Columna: Dilema del uso de los envases plásticos, la vida útil de las frutas y la lucha contra el desperdicio alimentario

Por Mariana Reina, departamento de Inteligencia Competitiva y Estratégica de AIMPLAS

Los países que conforman la Unión Europea han reconocido el problema que ha causado el uso excesivo de los envases plásticos y la falta de control de los residuos de estos. Es por ello, que en los últimos años se ha evidenciado esta preocupación a través de diferentes documentos como la Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo, al Comité Económico y Social Europeo y al Comité de las Regiones, titulado “Cerrar el círculo: un plan de acción de la UE para la economía circular”, el Plan de Acción para una Economía Circular Europea, la Estrategia Europea para el Plástico y más recientemente el Nuevo Plan de Acción de Economía Circular, publicado en el año 2020, que tiene como objetivo una Europa más limpia y competitiva.

Frente a esta “artillería” de documentos, cada Estado Miembro ha interiorizado los nuevos desafíos y planteando, a través de sus legislaciones, diferentes soluciones.

En particular, en el caso del envasado de frutas en material plástico, tanto Francia como España han optado por restringirlos gradualmente, impulsando la venta a granel y proponiendo desarrollar una lista de frutas con riesgo de deterioro, para los cuales la prohibición de su envasado quedaría pospuesta.

Las limitaciones vienen por prohibir el uso de los envases plásticos para envasar frutas y verduras en cantidades inferiores a 1.5 kg cuando estos productos no tengan el riesgo de deterioro o de seguridad alimentaria, aspecto que en el caso de España tiene que establecer la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) en un listado que deberá publicar próximamente.

Esta medida tiene como objetivo principal prevenir la generación de residuos, el primer paso de la conocida “jerarquía de residuos”, promoviendo, en el caso de España, el uso de recipientes reutilizables aportados por el propio consumidor para ser rellenado con la fruta en el punto de venta, apostando por el segundo nivel de dicha jerarquía que es la reutilización.

Lo que nos lleva a revisar si esta medida podría poner en riesgo la seguridad alimentaria y la salud, ya que los recipientes aportados por el consumidor podrían no ser higienizados correctamente, afectando al producto con el que se rellena.

Estas medidas pueden ser efectivas para la reducción de los residuos, pero dentro de los principios de la economía circular también debemos tener presente dos conceptos importantes: alargar la vida útil de los productos y luchar contra el desperdicio alimentario.

Es aquí dónde se presenta un dilema, el cual nos lleva a hacer un análisis más profundo de la función del uso de los envases plásticos.

Muchos podrán considerar que la fruta puede ser vendida a granel o bien en envases de materiales no plásticos, sin embargo, no todos saben que algunos envases de plástico utilizados en la industria agroalimentaria no solo tienen como función contener, transportar o presentar mercancías; sino que se trata de envases activos o con prestaciones avanzadas, es decir, envases desarrollados para retardar el crecimiento de microorganismos, alargando así la vida útil y mejorando la calidad y seguridad de estos productos.

Alargando la vida útil de la fruta, se evita el rápido deterioro y con ello se lucha contra el desperdicio alimentario, ya que, de no estar envasada bajo una atmósfera controlada, en envases microperforados o en contacto con alguna superficie tratada para evitar el crecimiento de hongos, la misma fruta se deterioraría rápidamente y en el caso de no ser puesta a disposición de los consumidores a tiempo, terminaría en el contenedor de residuos orgánicos.

En este sentido los materiales plásticos se posicionan como la mejor opción ya que son los materiales más completos en cuanto a propiedades y formatos, además de sostenibles por su bajo peso y consumo de recursos para su fabricación y distribución. Además, en el envasado de frutas y verduras su resistencia a la humedad los hace imprescindibles para mantener los productos secos y frescos y evitar el crecimiento de microorganismos.

De forma adicional, el uso de los envases plásticos de productos nos aporta algunas ventajas adicionales enfocadas a solucionar otros retos. Uno de ellos es el continuo crecimiento de la población mundial. Del 2015 al 2030 la población pasará de 7.300 millones de personas a 8.500 y a 9.700 millones en el año 2050. Y el otro es la concentración de la población en las grandes ciudades. Actualmente el 55% de la población vive en las grandes ciudades y se espera que en el 2030 este porcentaje sea del 70%, de forma similar a como ocurre actualmente en Europa (75%) o en Estados Unidos (82%).

Por estos motivos, necesitamos sistemas de producción de los alimentos eficientes, realizar una buena gestión y tratamiento de los alimentos, conseguir la máxima conservación y poder distribuirlos lejos y en núcleos urbanos con alta concentración de personas. Esto sin envases sería prácticamente imposible de llevar a cabo. Es poco probable que podamos llevar alimentos de la granja a la mesa en un sistema de distribución a granel y menos si queremos alimentar a millones de personas que en algunas ocasiones pueden que tengan la huerta o granja más cercana a cientos o miles de kilómetros y en todos los casos manteniendo la seguridad alimentaria y evitando el desperdicio de alimentos.

A pesar de esto, es importante seguir luchando contra el sobre envasado o el uso de los envases plásticos superfluos y sobre todo contra la mala gestión de los residuos generados. Para ello es también fundamental basar las decisiones en herramientas objetivas que permitan cuantificar el impacto ambiental como por ejemplo el Análisis de Ciclo de vida (ACV) o la Huella de Carbono, herramientas que nos dan una medida del impacto ambiental de un determinado producto. De esta manera seleccionaremos siempre la opción con menor impacto.

Para explicar el efecto del ACV o la huella de carbono podemos verlo reflejado en la siguiente gráfica. Como se puede observar existe un punto en el que el impacto ambiental es mínimo y se corresponde con una cantidad de material determinado que es la mínima para conseguir las máximas prestaciones. Podemos pensar que para un envase cuanto menos material mejor, esto es verdad si las prestaciones se mantienen, pero si estas se reducen puede ser contraproducente.


envases

The Innventia AB model (The Consumer Goods Forum, 2011).


Con todo lo anterior se pone de manifiesto que la solución de la venta a granel de los productos debería ser planteada desde una perspectiva más amplia y aplicada en los productos donde dicha modalidad de puesta a disposición en el mercado sea la opción más sostenible.

En la búsqueda de la sostenibilidad se trata de identificar soluciones técnicas adaptadas a cada situación y producto en concreto, las cuales podrían ser tachadas de poco amigables con el cuidado del medio ambiente si se mira desde una única perspectiva, como es la reducción de los residuos; pero que sí son más sostenibles cuando vemos todas las perspectivas del ciclo de vida, origen de las materias primas, consumo en la producción, en el transporte y la distribución además de cumplir con otros objetivos de desarrollo sostenible, como son el hambre cero y la producción y consumo responsables.

Creemos firmemente en que es responsabilidad de todos mejorar la calidad de vida y asegurar la sostenibilidad medioambiental, apoyándonos en soluciones tecnológicas eficientes desde una perspectiva global y avalada técnicamente.


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