Topinambur (Helianthus tuberosus): Cultivo agronómico

El topinambur es una planta herbácea perenne de la familia Asteraceae, originaria de Norteamérica y conocida también como alcachofa de Jerusalén, tupinambo, girasol de Canadá o tupinambo. Se trata de una planta que desarrolla tallos altos (hasta 2–3 m) y hojas grandes; produce abundantes tubérculos comestibles superficiales ricos en inulina (un fructano soluble).
Estos tubérculos se utilizan como alimento humano (parecidos a papas, cocidos o crudos), forraje para animales (rumiantes aprovechan tallos verdes y hojas) y materia prima industrial. Destacan sus usos en la extracción de inulina para la industria alimentaria/farmacéutica y la producción de etanol o biogás a partir de los tubérculos. A su vez, puede cultivarse como planta ornamental por su flor amarilla similar a un girasol.
Requerimientos edafoclimáticos del tupinambur
El topinambur es muy rústico y se adapta a diversas condiciones climáticas. Brota cuando la temperatura del suelo supera unos 6–7 °C y completa su ciclo en climas templados en unos 125–150 días. Necesita un período sin heladas de al menos 125 días con temperaturas medias óptimas entre 18–26 °C. Aunque es sensible al fotoperíodo (requiere días largos para inducir la tuberización), tolera bien las heladas: las primeras heladas otoñales matan el follaje pero los tubérculos resisten congelaciones prolongadas (sobreviven a –18 - –20 °C).
También presenta notable tolerancia a la sequía –puede recuperarse tras marchitez aguda– y soporta cortos encharcamientos. Por ejemplo, ha llegado a cultivarse hasta 3 600 m de altitud (India) y está naturalizado en Europa hasta 1 500 m. En resumen, prefiere climas templados con estaciones cálidas definidas, pleno sol y lluvias moderadas bien distribuidas, y resiste condiciones adversas como heladas y períodos secos.
Suelos y manejo del terreno
Se adapta a casi todos los suelos, pero prefiere terrenos profundos, sueltos, fértiles y bien drenados, con contenido moderado de arcilla u organomineral –por ejemplo, suelos loam a franco–. Tolerancia al pH: soporta rangos amplios (4,5–8,2), aunque crece mejor en pH cercano a la neutralidad.
También tolera cierta salinidad moderada. Antes de la siembra se recomienda preparar el terreno en camellones o surcos (similar a la preparación de papa): labrar, nivelar y eliminar malezas, dejando la superficie suelta para el desarrollo de los rizomas.
En suelos muy compactos conviene realizar un arado profundo o subsolado. Durante el cultivo, su denso follaje sombreará el suelo, por lo que el control de malezas es generalmente poco problemático. En general se evitan cultivos sucesivos de tubérculos; es preferible rotar con cereales o leguminosas para reducir plagas del suelo.
Plagas y enfermedades que afectan al tupinambur
El topinambur muestra una incidencia relativamente baja de plagas. Su rápido crecimiento y gran porte impiden el desarrollo de la mayoría de las malezas y reducen la acción de insectos plaga comunes. Solo se han observado ataques ocasionales de pulgones en tallos nuevos o de orugas defoliadoras; en general el daño de insectos es considerado despreciable. Entre enfermedades fitopatógenas destacan varios hongos de suelo y tallo.
Es susceptible a moho blanco (por Sclerotinia sclerotiorum), a Botrytis cinerea (podredumbre gris) y a especies de Fusarium, que pueden causar pudriciones en el cuello o raíces. También puede ser atacado por bacterias como Pseudomonas syringae pv. tagetis (que provoca amarilleo de las hojas apicales).
Por ello conviene evitar enmiendas con suelo enfermo y rotar cultivos con especies solanáceas (patata, tomate), pues podrían propagar nematodos y hongos del suelo. En general, se recomiendan prácticas preventivas de higiene (desinfección de tubérculos semilla, rotación) para minimizar enfermedades fúngicas.
Riego
El cultivo requiere un aporte hídrico suficiente, especialmente en las etapas críticas de emergencia y tuberización (coincidente con la floración). Para un rendimiento óptimo se estiman unas precipitaciones anuales equivalentes a ~1.200–1.300 mm; en ausencia de lluvias en dichos periodos debe efectuarse riego suplementario.
Sin embargo, el exceso de agua es contraproducente: un riego demasiado abundante favorece el desarrollo vegetativo excesivo a costa del rendimiento de tubérculos. Se recomiendan riegos regulares y moderados (por ejemplo riego por surcos o goteo), evitando el anegamiento prolongado.
Conviene mantener humedad en profundidad en los primeros meses, pero después reducir la frecuencia según condiciones locales. En suelos con buen drenaje el cultivo tolera breves periodos de encharcamiento, pero en suelos mal drenados se corre el riesgo de pudrición radicular. En la práctica, se suele aplicar un riego cada 10–20 días durante la fase de tuberización, adaptándose a la evapotranspiración, y luego espaciar los riegos al acercarse la madurez.
Siembra y plantación del tupinambur
El topinambur se multiplica asexualmente mediante rizomas/tubérculos. Para la siembra se usan piezas de tubérculo (similares a papas). Se recomienda cortar tubérculos sanos en trozos con 1–2 yemas cada uno, de peso aproximado 40–60 g; piezas mayores a 50 g no aumentan el rendimiento y trozos muy pequeños pueden brotar pobremente.
Conviene cicatrizar los cortes (al aire) o tratarlos con fungicida, y “prerizar” los tubérculos (almacenándolos a 20 °C con humedad) para adelantar y uniformizar la emergencia sin dañar las yemas. La siembra se hace al iniciar la primavera (después del riesgo de heladas), aunque en climas muy cálidos se puede adelantar o atrasar según calendario local.
Se entierran los tubérculos a 8–15 cm de profundidad (ideal ~10–12 cm) en surcos o camellones. El marco de plantación recomendado suele ser de 50–60 cm entre plantas en la fila y 70–130 cm entre hileras, permitiendo una densidad de alrededor de 2–4 plantas/m². Después de la siembra, aclarear plantas muy juntas si fuese necesario. No se recomienda trasplante; siempre se usan tubérculos semilla.
Cosecha
La madurez fisiológica llega cuando la parte aérea se marchita tras las primeras heladas otoñales. En ese momento los tallos se vuelven amarillos/marrones y las hojas caen, indicando que los carbohidratos se han acumulado en los tubérculos.
Se recomienda cosechar después de la primera helada, ya que así los tubérculos guardan más almidón y se conservan mejor. El procedimiento habitual es cortar primero el follaje seco (pudiendo usar hileras de paja) y luego extraer los tubérculos con máquinas arrancadoras-recolectoras similares a las de papa.
Se debe calibrar la máquina (o los dientes del arado) para no perder los tubérculos pequeños. En huerta reducida puede recogerse a mano con horquetas o palas cavando a cierta distancia de la planta (ya que la raíz principal no es profunda). Tras levantar del suelo, se sacuden los tubérculos para eliminar excesiva tierra y hojas adheridas.
Postcosecha del tupinambur
Los tubérculos recién cosechados pueden guardarse en suelo (invernar en campo) cortando los tallos; de esta forma se conservan hasta varios meses, como se hace con papas de guardia. Si se retiran del campo, deben almacenarse en ambiente fresco y seco. Temperaturas de almacenamiento de 3–5 °C y humedad relativa alta (~90%) son adecuadas para conservarlos 2–3 meses sin alteraciones importantes.
Es importante ventilar y evitar bolsas plásticas cerradas: la condensación puede favorecer hongos. De hecho, al guardarlos se debe inspeccionar y retirar inmediatamente cualquier tubérculo con síntomas de moho blanco (Sclerotinia). Para consumo familiar, se pueden refrigerar a baja temperatura (parte baja de la nevera) en contenedores ventilados; los tubérculos se deshidratan lentamente (se arrugan) pero mantienen su sabor y valor nutricional.
En transporte comercial se comporta como cualquier tubérculo fresco: conviene evitar golpes fuertes, conservarlos a baja temperatura y con algo de aire para impedir el desarrollo de hongos. De forma general, el topinambur puede almacenarse de 3 a 6 meses en condiciones óptimas antes de brotar nuevamente.