Los herbicidas residuales son productos relativamente antiguos, pero que en el último tiempo se han incorporado con un gran despliegue para controlar malezas, especialmente en cultivos anuales que están muy amenazados por la presencia de poblaciones resistentes a herbicidas.
Malezas como ballica, avenilla, cola de zorro, hualcacho y maicillo, han desarrollado biotipos con resistencia a la mayoría de los herbicidas aplicados en postemergencia para su control. Adicionalmente, otras malezas como: rábano, manzanillón y calabacillo, también están desarrollando poblaciones resistentes en diversos ambientes.
La ballica es una de las malezas más agresivas y con amplia distribución en el país, muy abundante en invierno, compitiendo con diversos cultivos anuales, particularmente en siembras de cereales. Para combatirlas en los últimos años se están utilizando herbicidas suelo activo o residuales, aplicados de preemergencia al cultivo y las malezas, y también de postemergencia en los primeros estados de desarrollo del cultivo.
Los herbicidas residuales aplicados al suelo sufren diversos procesos biológicos y físicos que pueden afectar y dificultar su actividad y niveles de residuos. Esta interacción dependerá de las características del herbicida, contenido de materia orgánica, tipo y humedad de suelo.
Un aspecto relevante es la persistencia, que se refiere al período durante el cual un herbicida permanece en el suelo con suficiente actividad para controlar las malezas. Es difícil predecir la persistencia de un herbicida en el suelo. Sin embargo, un indicador de esta característica es la vida media (TD50), que corresponde al tiempo en que el 50% de la cantidad inicial se ha disipado.
En el cuadro 1 se presentan las vidas medias de varios herbicidas utilizados en cereales. En términos generales, se puede indicar que, frente a condiciones de alta humedad, altas temperatura y altos niveles de materia orgánica la vida media del producto decrece, mientras que en condiciones secas y frías esta se puede prolongar por más tiempo.
En el cuadro 2 se presentan los productos con registro SAG para su uso en trigo, triticale, avena, cebada, raps y lupino. Para cada ingrediente activo se indican los productos comerciales, familia química a la que pertenece, el sitio de acción y los principales síntomas que provocan en las malezas y especies sensibles. Algunos productos comerciales contienen más de un ingrediente activo en su formulación.
El sitio de acción se refiere al proceso bioquímico que el herbicida lesiona o inhibe directamente, y que corresponden a los siguientes:
a) Inhibidor de síntesis de carotenoides (PDS): diflufenican y flurtamona.
b) Inhibidor de síntesis de ácidos grasos de cadena larga (VLCFAs): flufenacet, propisocloro y s-metolacloro.
c) Inhibidor de la protoporfirinógeno oxidasa (PPO): flumioxazina y oxifluorfeno.
d) Inhibidor de proteína (D1) en el fotosistema II: isoproturon.
e) Inhibición del ensamblaje de microtúbulos (disruptores mitóticos o de la división celular): pendimetalina y trifluralina.
f) Inhibidor de la síntesis de lípidos (no ACCasa): prosulfocarb.
Por otra parte, se muestra la disposición en profundidad de la semilla del cultivo la que queda fuera de la zona de acción de los herbicidas residuales, o lo que es denominado como selectividad de tipo posicional (Figura 1). Si el herbicida alcanza la zona de crecimiento radicular y de brotación del cultivo, podría presentarse síntomas de fitotoxicidad y daño a las plantas.
Esto puede ocurrir cuando la semilla queda dispuesta muy superficialmente o con escaso recubrimiento de suelo, y también en situaciones de exceso de humedad en el suelo debido a lluvias intensas.
Cuando estos herbicidas toman contacto con raíces y brotes de las plántulas del cultivo, particularmente cuando se realizan aplicaciones en preemergencia y de postemergencia temprana – estrategia conocida como “doble sello” - pueden ocurrir síntomas de fitotoxicidad correspondientes a manchas que decoloran la lámina (blanqueamiento) e incluso tonalidades rojizas o púrpuras como se muestran en la foto 1, e incluso en situaciones severas pueda afectar y disminuir la población de plantas.
Similares síntomas se pueden apreciar en malezas sensibles a herbicidas residuales como flufenacet / flurtamone / diflufenicam (Bacara Forte ®) y propisoclor / diflufenican (Binomio ®).
En la foto 2 se puede observar una falta de pigmentación en los cotiledones y/u hojas nuevas, coloración rojiza a púrpura y un pobre desarrollo de las plántulas en las especies de hoja ancha (rábano y sanguinaria), y en ballica adicionalmente un enrollamiento de la lámina de las hojas, síntomas que en su conjunto avanzan hasta causar una necrosis de las hojas y tallos.
Para evitar posibles daños al cultivo se debe tener en cuenta el pronóstico del tiempo, aplazando la aplicación frente a lluvias inminentes. También, es recomendable rodonar después de la siembra y previo a la aplicación, con lo cual se compacta los primeros centímetros de suelo y se reduce el movimiento en profundidad, ayudando a que los herbicidas se mantengan dentro de la zona donde van a controlar las malezas.
De esta manera se optimiza su actividad residual, controlando las malezas durante un período relativamente prolongado, y a la vez permite extender las ventanas de aplicación de otros herbicidas de postemergencia.
Para responder esta pregunta se utilizó la información sobre declaración de ventas que entregan los distribuidores de plaguicidas al SAG desde el año 2001 hasta el 2019, con la excepción de los años 2013 al 2017, período que no está disponible. En el cuadro 3 se presentan las estadísticas de venta de los herbicidas residuales mencionados en el cuadro 2.
Algunas tendencias interesantes se pueden observar para el período comprendido desde el 2010 al 2019, donde este tipo de herbicida representan aproximadamente el 6 a 7% del total de herbicidas vendidos en el país; pero para el año 2019 esta participación se incrementó a un 11,5%.
Algunos tienen un comportamiento fluctuante en sus ventas de una temporada a otra, como por ejemplo propisocloro y prosulfocarb; en el caso de s-metolacloro con registros similares entre los años; la flumioxazina con una disminución hacia los últimos años, y otros con un importante incremento de las ventas.
En este último caso están la pendimetalina, trifluralina, oxifluorfeno, prosulfocarb / s-metolacloro y flufenacet / flurtamone / diflufenican.
Se estimó que la superficie potencialmente aplicada con cada uno de estos productos alcanzó cerca de 1.783.000 y 2.359.000 ha para el 2018 y 2019; respectivamente (Cuadro 4).
En los casos de oxifluorfeno, pendimetalina, propisocloro, s-metolacloro y trifluralina, además de los cereales, se pueden utilizar en frutales y hortalizas. Mientras que los restantes productos se aplican en cultivos anuales como cereales, lupino, papa y raps.
Si nos centramos en los que se recomiendan exclusivamente para trigo y avena; que son las principales especies en una rotación de cultivos en la zona centro-sur, entonces se cuenta con diflufenican / isoproturon / propisocloro (Theron Max); flufenacet / flurtamone / diflufenican (Bacara Forte); propisocloro / diflufenican (Binomio), y prosulfocarb / s-metolacloro (Falcon Gold).
Estos productos se aplicaron sobre una superficie estimada de 220.903 hectárea el 2018 y 282.066 hectárea el 2019; lo que corresponde al 74 y 93% de la superficie nacional sembrada con trigo y avena; respectivamente, indicando una alta intensidad y frecuencia de uso de estos herbicidas.
Estas cantidades de superficie tratada indican un alto uso en este tipo de herbicidas residuales; herramienta que debe ser utilizada con la mayor precaución y cuidado.
Esto es porque se sabe que el uso intensivo de herbicidas con el mismo sitio de acción es una las principales causas de desarrollo de poblaciones resistentes a herbicidas.
A lo anterior se debe considerar que la industria de agroquímicos no visualiza en el corto a mediano plazo la introducción de herbicidas con nuevos sitios de acción. En consecuencia, estamos frente a una situación que se puede tornar compleja, que debe enfrentarse mediante una diversificación de los programas de control.
Para lo cual es relevante incorporar estrategias, que además de la rotación de herbicidas con diferentes sitios de acción, contemplen prácticas culturales como rotaciones largas de cultivo; controlar malezas en la etapa de preparación de suelo; modificar fechas de siembra, y emplear altas dosis de siembra para lograr sementeras con una alta población de plantas, entre otras medidas.
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