Historia de la uva de mesa en el Perú: Dolor y gloria

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Historia de la uva de mesa en el Perú: Dolor y gloria

Su padre, sus amigos, le decían que no había aprendido la lección. ¿Cómo podía pensar en volver a trabajar en agricultura luego de la Reforma Agraria del año 1969, una de las más radicales de América del Sur? ¡Era descabellado! Pero Fernando Bustamante Belaunde no solo creía en sí mismo, sino también en la rentabilidad de la agroexportación. Su hijo, Fernando Bustamante Letts, acota que él, sus tres hermanos y su madre, siempre lo apoyaron. “Demostraba tanta seguridad que era imposible no hacerlo. A mi abuelo le habían expropiado un fundo de 450 hectáreas en Nazca, donde trabajaba mi padre. Tuvimos que ir a Lima. Mi padre tenía que buscar un trabajo”, recuerda Bustamante Letts.

Años después, cuando el país ya estaba en democracia, en 1982 decide iniciar, en la zona este del valle de Ica, un proyecto de 110 hectáreas de uva de mesa sin semilla, uno de los más grandes de agroexportación en ese momento. Hasta ese entonces, en Perú solo se trabajaba con tres variedades de uva de mesa: la Alfonso Lavallée, la Italia y la Quebranta, pisquera por excelencia. Fernando Bustamante Belaunde había trabajado con esas uvas allá por los años sesenta, antes de la Reforma, así como con paltos, cítricos y mangos, todo para el mercado local. En 1982 quería exportar.

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