Aprovechar de mejor manera los recursos naturales es un aspecto clave que el equipo de extensionistas de INIA La Platina impulsa entre los pequeños y medianos agricultores de la región Metropolitana, a través de sus labores de transferencia tecnológica. Ese es el caso de la incorporación de materia orgánica en los suelos, para obtener mayor fertilidad natural y, por lo tanto, productividad. Así lo explicó la extensionista Fabiola Sepúlveda, quien hace años desarrolla esta técnica junto a otros profesionales de INIA en todo Chile.
La fertilidad del suelo es la capacidad que éste tiene de sustentar la vida vegetal, la que a su vez depende de distintos factores como: disponibilidad de nutrientes, capacidad de retención de agua, existencia de un espacio físico para el crecimiento de raíces, movimiento de gases y la ausencia de procesos de destrucción. “Por consiguiente, la fertilidad natural de un suelo estará determinada, en gran parte, por la presencia de materia orgánica”, destacó la profesional de INIA.
Específicamente, agregó Fabiola, la materia orgánica del suelo es el conjunto de residuos vegetales y animales de todas las clases, más o menos descompuestos, y transformados por la acción de microorganismos. Mientras que los principales microorganismos que se pueden encontrar en los suelos son: bacterias, hongos y algas, y bajo la acción de éstos los residuos se van descomponiendo y transformando lentamente en compuestos orgánicos variados.
La extensionista de INIA La Platina, Fabiola Sepúlveda, detalló que los restos del cultivo que quedan en el campo, después de la cosecha o la poda, pueden ser procesados con la trituradora de rastrojos y, luego, incorporados al suelo mediante un rastraje. De esta forma, se produce una descomposición por la acción de los microorganismos del suelo, con los consecuentes efectos positivos para su estructura, como el aumento de actividad microbiológica y disponibilidad de nutrientes.
Con excesiva cantidad de rastrojo se pueden enfrentar problemas en la preparación de suelo, siembra y establecimiento del cultivo siguiente. Cuando dichos residuos tienen altos contenido de carbono (C), respecto del contenido de nitrógeno (N), también puede promover el fenómeno llamado inmovilización neta de (N) o “hambre de N”, causado por la disminución de este elemento en el suelo, al ser utilizado por los microorganismos en la descomposición de los residuos ricos en C.
Además, la aplicación de algunos rastrojos podría tener efectos alelopáticos sobre ciertas malezas o en el nuevo cultivo, es decir, afectar negativamente a malezas o cultivos debido a la acción de exudados radiculares.
La rotación de cultivos es la sucesión recurrente y regular de diferentes cultivos en el mismo terreno a lo largo del tiempo. Esta práctica ha sido ampliamente utilizada en sistemas de conservación de suelos. Así, se ha demostrado que aumenta la disponibilidad de los nutrientes; mejora la estructura del suelo y su actividad bilógica, y reduce la incidencia de plagas, enfermedades y malezas.
Sin embargo, el éxito de la rotación de cultivos dependerá de la selección y secuencia de los cultivos que van a rotarse. Por lo tanto, para diseñar la rotación, se deben considerar los siguientes criterios técnicos:
Es importante que los cultivos considerados en la rotación tengan exigencias nutricionales diferentes, pero con similares requerimientos de pH; que mantengan el suelo cubierto, incrementen el contenido de materia orgánica y la estructura del suelo, reduzcan la presencia de plagas, enfermedades y malezas; y, de preferencia, que tengan un mercado atractivo.
Pese a ello, es preferible en algunos casos establecer un cultivo recuperador, como es el caso de abonos verdes, aunque no se obtenga cosecha; ya que, a pesar de no ser económicamente rentables; aumentan la producción del cultivo siguiente.
Fuente: www.inia.cl
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