Cuando la negación cuesta millones: ¿el verdadero riesgo del cítrico en Latinoamérica?
Por Giorgio Peirano Figueroa, consultor internacional de agronegocios.
Por gusto personal, y quizás por una deformación profesional que ya no puedo evitar, mis ojos siempre buscan los cítricos. Da igual si estoy aterrizando en California o recorriendo el Mediterráneo. La salud de esos huertos suele contar más de la economía local que cualquier informe financiero. Es un indicador silencioso de política pública, inversión, gestión del agua y visión estratégica.
En cada viaje, la narrativa del dolor productivo cambia según el país. Los productores argentinos solían describir una parálisis de inversión que parece endémica y que brota de su incesante inestabilidad político económica.

En California domina una tensión permanente entre la sequía estructural y el valor inmobiliario de la tierra, que amenaza con transformar agricultura en urbanización. España observa el cielo con ansiedad, Turquía teme a las heladas y Sudáfrica enfrenta un desgaste creciente en sus cadenas logísticas mientras combate el black spot.
En medio de esta diversidad de problemas, existe un silencio compartido. Un silencio incómodo que atraviesa océanos y que revela un riesgo que muchos prefieren no nombrar. Es un riesgo que, en varias mesas de directorio latinoamericanas, apenas se menciona por encima, como si ignorarlo lo mantuviera lejos. Ese riesgo es el HLB, conocido mundialmente como Huanglongbing.
El colapso de un gigante
Para comprender la magnitud del desafío, basta observar lo que ocurrió en un territorio que alguna vez fue sinónimo de cítricos de primer nivel. Florida alcanzó cifras que parecían inamovibles. Produjo en su apogeo 240 millones de cajas de naranja y más de 50 millones de pomelo. Marcas emblemáticas como Tropicana o Florida’s Natural nacieron sobre ese músculo productivo. La industria no solo generaba empleo y exportaciones. Representaba una identidad.
Esa identidad hoy está en ruinas. La producción se desplomó hasta bordear apenas 11 millones de cajas de naranja y 1,2 millones de pomelo. No es una crisis. Es una implosión.
Y los golpes continúan, a comienzos de 2025, Alico Inc. (Nasdaq: ALCO), un histórico productor de la zona anunció su decisión de abandonar de manera progresiva el negocio citrícola para concentrarse en proyectos inmobiliarios. No es un giro empresarial cualquiera. Una compañía con décadas de conocimiento técnico e infraestructura decidió que es más rentable urbanizar sus tierras que intentar salvar los huertos. Esa señal debería estremecer a cualquier inversionista agrícola.
La plaga llegó a Florida sin el nivel de reacción necesario. Tal vez se confió demasiado en que la ciencia resolvería el problema antes de que alcanzara una dimensión irreversible. El daño fue productivo, económico y también cultural. Ninguna tecnología ha logrado hasta hoy revertir ese deterioro.
La falsa seguridad del Sur
Aquí comienza el verdadero riesgo para Latinoamérica. Países como Chile y Perú actúan como si la geografía fuera una barrera infalible. La Cordillera de los Andes y el Desierto de Atacama ofrecen cierta protección, pero no inmunidad. La región ya convive con el HLB. Brasil, México, Colombia y algunas zonas argentinas han sido golpeadas por la bacteria transmitida por el psílido asiático de los cítricos. Perú ha detectado focos y los ha erradicado gracias a esfuerzos extremadamente exigentes. Chile permanece libre del vector.
El argumento de que el impacto no sería tan devastador como en Florida surge con frecuencia. Es cierto que un clima cálido y húmedo favorece al vector y que las condiciones más mediterráneos podrían frenar parcialmente su expansión. Pero la pregunta relevante es otra. ¿Puede una industria que ya opera con márgenes estrechos absorber una caída de rendimiento del 20 por ciento? Incluso una del 10 por ciento podría alterar la rentabilidad de manera estructural.
La respuesta más realista es que no.
El costo de enfrentar la amenaza
Para dimensionar el desafío basta revisar los niveles de inversión necesarios. Solo en 2025 el Gobierno de Florida destinó más de 100 millones de dólares al Citrus Research and Field Trial Foundation. El programa Citrus Health Response recibió 6,5 millones para desarrollo varietal y se asignaron 2 millones adicionales para programas de limpieza y propagación de material vegetal resistente. California opera un sistema preventivo que cuesta entre 35 y 40 millones de dólares anuales, más otros 6 a 7 millones para investigación financiada por aporte por caja.
A nivel federal, el USDA comprometió aproximadamente 23 millones distribuidos en 14 proyectos específicos para HLB. La conclusión es directa. Ningún país latinoamericano tiene hoy los recursos para sostener un nivel de defensa comparable.
La obligación de actuar antes
Perú y Chile aún tienen la oportunidad de anticiparse. La protección de fronteras y la vigilancia fitosanitaria deben fortalecerse mucho más. Las instituciones públicas realizan esfuerzos genuinos, pero sus presupuestos quedan lejos de lo que exige una amenaza de esta naturaleza. En sanidad vegetal, los costos de reacción siempre superan por amplio margen los costos de prevención.
Florida y Brasil ya demostraron, con resultados dolorosos, que la improvisación se paga con pérdidas que tardan décadas en recuperarse.
El rol de la industria
La responsabilidad no es exclusiva del Estado. La industria citrícola latinoamericana debe abandonar definitivamente la idea de que esto es un problema ajeno. Viveristas, productores, exportadores, académicos y centros de investigación necesitan estructuras colectivas de vigilancia, trazabilidad y respuesta rápida. No se trata solo de cumplir normas. Se trata de crear un sistema capaz de actuar en días, no en meses.
Un brote que se detecta tarde está prácticamente perdido. Esa es la lección que dejó Florida.
Cuando la técnica se vuelve humana
Durante el Congreso Internacional de Viveros de Cítricos 2025 (ISCN), dos especialistas estadounidenses relataron con evidente emoción cómo la enfermedad destruyó familias, comunidades y formas de vida que habían tardado generaciones en consolidarse. No fueron informes ni presentaciones técnicas. Fueron relatos de pérdida.
Ignorar testimonios como esos solo porque creemos que la geografía nos protege sería ingenuo. O peor aún, negligente.
La oportunidad de no repetir la historia
Florida no cayó por falta de tecnología. Cayó por exceso de confianza. Latinoamérica aún tiene tiempo para evitar ese desenlace, pero esa ventana no permanecerá abierta indefinidamente. Si se desatienden las señales, la región podría terminar preguntándose cómo un organismo invisible destruyó en pocos años lo que costó décadas construir.
El HLB no es solo una amenaza biológica. Es una evaluación de gobernanza, liderazgo y visión de largo plazo. Actuar ahora no garantiza el éxito. No actuar garantiza el fracaso.
*Fotografías USDA.
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