Cerezas en el aire: los riesgos del transporte aéreo y cómo gestionarlos
Por Rafael Guarda Martínez, abogado-consultor, RG Consultant.
Con el despegue de los primeros vuelos cargados de cerezas chilenas rumbo a China, el transporte aéreo vuelve a ser protagonista de la temporada. La velocidad del servicio y la exigencia de los compradores asiáticos han impulsado a muchos exportadores a optar por esta modalidad, que promete rapidez, pero también plantea nuevos desafíos logísticos y legales que no deben pasarse por alto. 
El transporte aéreo de fruta fresca es un contrato de alta precisión. Cada hora cuenta para mantener la condición del producto y garantizar su llegada con buena presentación al mercado de destino. Sin embargo, los riesgos no se limitan a la temperatura o a la manipulación: también existen aspectos contractuales y jurisdiccionales que pueden definir el éxito o el fracaso de una eventual reclamación frente a la aerolínea.
Uno de los puntos más sensibles surge cuando se utiliza un puente aéreo o terrestre desde Chile hacia Buenos Aires antes del embarque internacional. En esas operaciones, a menudo se emiten dos guías aéreas (AWB), una por cada tramo. Este detalle, que parece menor, puede tener graves consecuencias: si el transporte se documenta en dos tramos, la jurisdicción aplicable podría radicarse en Argentina, complicando cualquier reclamo posterior. La recomendación es clara: procurar que toda la operación se ampare bajo una sola guía aérea, de modo que la legislación chilena y la jurisdicción nacional sean las aplicables.
Otro riesgo recurrente es el retraso. Aunque el Convenio de Montreal —que regula el transporte aéreo internacional— establece la responsabilidad del transportista por los daños ocasionados por demora, los plazos para reclamar son breves y la carga de la prueba recae en el exportador. En términos simples: si la fruta llega tarde y pierde valor comercial, se debe acreditar la pérdida y notificar formalmente al transportista.
Aquí cobra especial relevancia la protesta formal. La jurisprudencia chilena ha sido enfática: sin una notificación escrita dentro de los plazos legales —14 días en caso de daños y 21 en caso de retrasos, contados desde la llegada de la carga a destino—, el derecho a reclamar se extingue. No basta con una llamada ni con un correo informal. Es necesario un documento o carta que deje constancia del daño o la demora.
También resulta esencial el cuidado de la temperatura y conservación del producto. Diversos fallos de los tribunales chilenos han determinado que el contenido de la guía aérea es decisivo para atribuir responsabilidad. Si no se indica expresamente que la carga es perecible y que debe mantenerse refrigerada, el transportista podría eximirse de responsabilidad frente a daños por variaciones térmicas. Por eso, la guía debe consignar de forma explícita: “Perishable cargo - Keep refrigerated”. Esa simple frase puede marcar la diferencia entre una indemnización favorable y un reclamo rechazado.
El manejo de la carga durante los transbordos o esperas en pista es otro punto crítico. En esas etapas, la fruta puede quedar expuesta a temperaturas extremas o a la intemperie. Si el documento de transporte no refleja las condiciones especiales de conservación, la aerolínea puede invocar causales de exoneración como “la naturaleza propia de la carga” o “embalaje inadecuado”, ambas contempladas en el Convenio de Montreal.
En definitiva, la gestión de riesgos en el transporte aéreo no termina al subir la carga al avión. Implica diseñar la operación logística con una visión legal, revisar cuidadosamente la documentación de embarque y cumplir estrictamente con los plazos de notificación. Además, es recomendable respaldar la oferta de tiempo de tránsito ofrecida por agentes y aerolíneas, y conservar evidencia clara de que la fruta fue entregada en perfectas condiciones -con informes, certificados y fotografías- antes del embarque.
La exportación aérea de cerezas abre enormes oportunidades, pero exige también una nueva cultura de prevención. Cada guía aérea es, en sí misma, un contrato de transporte internacional. En un mercado donde los compradores pagan por la frescura y los segundos pueden marcar la diferencia, una gestión documental rigurosa y una estrategia de riesgos bien diseñada pueden valer tanto como la fruta misma.
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