Por John Pandol.
Hay una volatilidad inherente a la industria agrícola. En el lado de la producción, el volumen, el momento, la calidad y la condición de la fruta son piezas en constante movimiento, determinadas por fuerzas que a menudo escapan a nuestro control. Una tormenta al otro lado del mundo o incluso un par de centímetros de lluvia inesperada pueden causar estragos en una temporada considerada excelente en todos los demás aspectos.
Es fácil culpar a la Madre Naturaleza cuando las cosas se ponen difíciles, pero normalmente olvidamos que no son solo las fuerzas externas las que determinan los resultados en nuestra industria.
El factor humano a menudo se pasa por alto a la hora de estimar la volatilidad.

John Pandol.
Hace un par de semanas, productores, distribuidores y minoristas tuvieron cientos de reuniones en Anaheim, California. La discusión se centró en la disponibilidad de la oferta y en las estrategias de venta para los programas de uva del hemisferio sur, con fechas de entrega que iban desde seis semanas hasta seis meses en el futuro.
La meta en la mayoría de estas conversaciones era apoyarse únicamente en programas para reducir el riesgo lo más posible. Estos son una buena herramienta para esto, ya que ofrecen volúmenes, especificaciones, fechas de entrega y precios conocidos. Su conveniencia es justamente la razón por la que los programas de venta representan alrededor del 60 por ciento del comercio minorista en EE.UU., dejando poco interés en la planificación del 40 por ciento restante.
Estos codiciados programas han privilegiado a aquellos productores y exportadores que no sólo han demostrado un buen desempeño y cumplimiento comercial, sino también una consistente capacidad de pronosticar la oferta.
Sin embargo, los programas no son una solución perfecta a la volatilidad, porque siempre pueden verse afectados por decisiones humanas.
Cuando el precio, el volumen u otra condición del mercado cambian repentinamente, esos vendedores que buscaban seguridad pueden volverse oportunistas o incluso especulativos. La fijación de precios y la asignación de volumen son decisiones 100% humanas. Cubrir un programa se transforma en una negociación de rehenes y generar nuevos negocios en una guerra de ofertas.
Hubo una situación el pasado enero en la que la oferta de uvas de mesa era alta, pero la disponibilidad era baja, lo que hizo subir los precios. Esto se debió a que los vendedores con mucha fruta sabían que vendría más y se negaron a ajustar los precios. En fútbol, eso se llama un autogol. El mercado tardó meses en recuperar el equilibrio.

Uva de mesa de California.
Luego, en junio, una lluvia en México hizo que los vendedores se paralizaran. Las precipitaciones provocaron una grave subestimación del suministro, lo que llevó a que las cerezas dominaran los estantes de los supermercados durante dos meses. Esto no solo afectó a las uvas del desierto, que estaban cerrando su temporada, sino que los efectos se sintieron al menos un mes ya iniciada la temporada de California Central.
Una vez más, estos no fueron ejemplos de eventos imprevisibles y totalmente inesperados, sino de decisiones humanas muy reales y controlables.
Entonces, llovió alrededor de dos centímetros y medio en California recientemente. La pregunta es: ¿Es realmente relevante?
Los minoristas están evaluando actualmente sus estrategias de uva de California y sus fechas de transición a los suministros del hemisferio sur. El día que llovió, había más de 10 millones de cajas de fruta en almacenamiento en frío, además de otras 25 a 30 millones por cosechar. También había más de ocho mil hectáreas cubiertas con plástico, lo cual es habitual para las cosechas de noviembre y diciembre, pero no tanto en octubre.
Entonces, pronóstico de volumen. ¿Significa esto una pérdida del 5 al 10% de las uvas, correspondiente a lo que queda por cosechar? ¿O quizás es el catalizador de una transición más temprana al suministro del hemisferio sur?
La respuesta es “quizás” y “no”.
Quiero señalar dos mitos.
1.- California termina de cosechar a finales de octubre. Falso. Más de 40 años de datos, tanto duros como anecdóticos, muestran que el final de la cosecha de uva suele ocurrir después del Día de Acción de Gracias, a finales de noviembre.
2.- Cuando llueve en un viñedo, toda la cosecha futura se pierde. También falso. Nunca es cierto. Fake news. Es solo un par de centímetros de lluvia, no una inundación de proporciones bíblicas.
Teóricamente, si las uvas de California restantes se venden al mismo ritmo, las transiciones se realizarían una semana o 10 días antes. Todo esto para decir que, si la temporada de uva de mesa de California experimenta cambios mayores que esto, no será por la volatilidad inherente al sector de productos frescos, sino más bien el resultado de decisiones humanas.
Los negocios no operan en el vacío. La experiencia pasada muestra que las ventas de uva disminuyen un poco y la oferta se amplía ligeramente. Por lo tanto, las fechas de transición deberían permanecer sin cambios. Además, diciembre es un gran mes para las verduras. La fruta es menos relevante.