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Columna técnica: Consideraciones para potenciar la sustentabilidad, inocuidad y rentabilidad de la producción agrícola en Chile. Por Isabel Pérez

26 Junio 2018

Por Isabel Pérez, Ing. Agr. Consultora Agri Development.

La modernización de la agricultura, así como la permanente necesidad de asegurar una beneficiosa competitividad en el mercado internacional, requiere de la introducción nuevas tecnologías que permitan obtener productos que cumplan con los requerimientos de los consumidores, los cuales se vuelven cada vez más exigentes dado el fácil acceso a la información, mayores ingresos y constante promoción de una alimentación equilibrada e inocua.

Productores, exportadoras y asesores, en un esfuerzo ampliamente reconocido y valorado, han hecho una serie de inversiones tanto en infraestructuras como en investigación para poder cumplir con estos objetivos, los que, sin embargo, no necesariamente se relacionan con la sustentabilidad en el tiempo de la materia prima de interés: la planta.

El enorme incremento en la demanda por material de propagación no permite manejar de manera eficiente grandes volúmenes de plantas, ya que el germoplasma varietal y portainjertos sanos disponibles se vuelve escaso, se debe recurrir a técnicas de injertación mecanizadas (cuya eficiencia en la transmisión de patógenos responsables de infecciones de  la madera ha sido demostrada), la escasa disponibilidad de protocolos de producción de planta limpia fiscalizables y certificables, hacen mucho más dificultosos el proceso de propagación en condiciones sanitarias óptimas.

Los diferentes programas de mejoramiento genético y de producción de variedades busca en cada especie productiva los mejores calibres de fruto, potenciales óptimos en los contenidos de materia seca, solidos solubles y °Brix que permitan optimizar los diferentes periodos de guarda, manteniendo siempre como objetivo principal en todos ellos, la condición organoléptica que demanda el consumidor final, muchas veces en desmedro de un material vegetal que permita una sobrevivencia y producción sustentable en el tiempo.

La imperiosa necesidad de acelerar los procesos de recambio varietal en diferentes especies que en la actualidad presentan atractivos económicos importantes frente a nuestros cercanos competidores en el mismo hemisferio, en muchos casos, hacen sucumbir a los productores a arriesgar su inversión en prometedoras especies y/o variedades que en otras condiciones edafoclimáticas (macro y micro-ecosistemas), muy diferentes a las chilenas, han resultados promisorias.

Imitar las experiencias internacionales (a pesar de que hayan resultado ser sistemas productivos exitosos, se han implementado sin previa validación científica) en un país con tan excepcionales condiciones puede tener desastrosas consecuencias sociales y económicas como ha quedado de manifiesto en varias oportunidades (ej. la Verticilosis del kiwi que extinguió del país la variedad de kiwi ‘Hort16A’, caso único en el mundo).

Los cambios en las legislaciones internacionales en beneficio de la protección del medio ambiente y la salud pública, han promovido de manera indirecta, la modificación de los programas tradicionales de control químico de importantes enfermedades de frutales y vides, mediante la prohibición en algunos países el uso de los productos químicos como el arsenito de sodio (Europa), polisúlfuro de calcio y posteriormente dinitros (tratamientos invernales) y fungicidas del grupo de los benzimidazoles (pérdida de registro).

Lamentablemente, estos cambios necesarios para obtener producciones que cumplan con los exigentes protocolos de inocuidad alimentaria, también han eliminado a las alternativas de control más eficientes de amplio espectro disponibles hasta esa fecha, siendo reemplazados por productos altamente específicos (ej. oídicidas, botryticidas) y en muchos casos además con un único sitio de acción (mayor posibilidad de desarrollar resistencia por parte del hongo), permitiendo de esta manera una mayor manifestación y dispersión de enfermedades que hasta entonces eran desconocidas o se encontraban en estado latente en el material de propagación (ej. enfermedades de la madera).

En la actualidad y siguiendo la tendencia de producciones limpias y sustentables, la incorporación en los programas de manejo integrado de productos de origen natural (ej. controladores y/o antagonistas biológicos) así como de productos activadores de los mecanismos naturales de defensa de las plantas se ha masificado.

Si bien, en lo que respecta al control de enfermedades fitopatógenas que afectan a los frutos mediante el uso de bioantagonistas se encuentra bastante desarrollado, la ruta alternativa para el manejo de enfermedades en cultivos, frutales y vides mediante la activación de sus propios mecanismos de defensa utilizando estimuladores, se encuentra en estados incipientes.

La dificultad para diseñar protocolos validados científicamente para la evaluación de la respuesta de las plantas a estos estimulantes externos (no basados en la presencia o ausencia de síntomas) han hecho de esta alternativa una solución mucho más lenta de incorporar a los programas de manejo de problemas de índole fitosanitario, sin embargo, las primeras experiencias tanto en cereales como en frutales de hoja caduca han resultado prometedoras.

La incorporación de nuevas tecnologías a los procesos productivos por parte de profesionales especializados así como el casi ilimitado acceso a la información por parte de los productores constituye la solución primaria y común a los problemas generalizados que afectan al sector productivo nacional. Sin embargo, para iniciar cualquier innovación sustentable en el tiempo, nunca se debe olvidar que somos un país con condiciones edafoclimáticas únicas, que carecemos de muchas normativas legales debido a la falta de demanda por ellas, que existe la tendencia a imitar experiencias extranjeras esperando que también funcionen en el país y que frecuentemente “tememos a lo que no entendemos”.

Fotografía principal: Shutterstock.com

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