Chile: La transgenia mitos y verdades

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Chile: La transgenia mitos y verdades

El país no está libre de transgénicos. ¿Qué tan riesgosos son para la salud y el medio ambiente? Los riesgos son reales, pero, dicen los expertos, más acotados de lo que se cree.

Chile no está libre de transgénicos. En este país se cultivan -para semillas e investigación-, se importan y se consumen distintos productos genéticamente modificados. Lo grave es que la situación no es conocida y, además, es injusta. Por una parte, los agricultores nacionales no pueden cultivarlos, lo que los lleva a tener menos rendimientos y más gastos; es decir, menor competitividad frente al ingreso de productos similares extranjeros. Y, por otro lado, los consumidores, al menos una buena cantidad de ellos, los tienen integrados a su dieta sin siquiera sospecharlo. Porque incluso pueden haber sido parte de los productos con que se hizo una hamburguesa de un local de comida rápida.

Entonces está claro. Chile no es un país libre de transgénicos. De hecho, de acuerdo con las estadísticas del Servicio Agrícola y Ganadero -entidad encargada de llevar el registro de autorizaciones- en el país hay 24.517 hectáreas con estos productos, ya sea para semillas o en investigación, con maíz, soya y raps-canola. El problema es que no hay legislación que norme el tema. Intentos por generar una ley hay varios, pero, hasta ahora poco han prosperado.

Lo complejo es que la situación abre la puerta a irregularidades como las existentes y que el debate nacional se ha quedado entrampado en si es bueno o malo para el comercio internacional, pero poco se ha explicitado sobre qué es efectivamente esta tecnología que está cada vez más difundida en el mundo y en el agro.

"Aquí lo que falta es una discusión seria, donde se abra la información. La falta de un debate abierto genera desconfianza y no permite evaluar los impactos ambientales, sociales y económicos; ni si existe daño a la biodiversidad", recalca Flavia Liberona, de Fundación Terram.

¿Dónde está el gen?

Sobre la transgenia, el desconocimiento es lo que más abunda en Chile. Son pocos los que saben qué es un organismo genéticamente modificado (OGM) y cómo se hace (ver recuadro) o que la transgénesis es un técnica utilizada desde hace ya varias décadas en forma amplia con fines médicos -para la generación de fármacos como la insulina, por ejemplo- y desde 1996 en la producción comercial agrícola. En realidad las primeras autorizaciones experimentales para el agro fueron dadas para tomates en EE.UU. a mediados de los años 80.

Desde ese momento los cultivos -principalmente soya, maíz, canola y algodón- avanzaron a una tasa de crecimiento de entre  7 y 10% anual, hasta llegar en la actualidad a 134 millones de hectáreas plantadas en 25 países. En total existen 57 naciones con aprobaciones regulatorias para consumo animal y/o humano de alimentos transgénicos o su liberación al ambiente, donde se incluyen los de la UE y Japón, según el ISAAA (International Service for the Acquisition of Agri-biotech Applications) 2010.

La pregunta es, entonces, por qué existe tanto cuestionamiento para su uso en la agricultura y no con el tema médico.

"Lo fundamental es porque en la medicina y la farmacéutica los procedimientos científicos son mucho más regulados y hay mucho más testeos que en el tema agrícola, en términos de laboratorio y de pruebas de campo. En la medicina hay una serie de procedimientos muy normados que van pasando procesos y que, en general se cumplen a cabalidad. En cambio, para la agricultura y otras cosas, la regulación es más blanda", recalca Liberona.

Los científicos reconocen esta realidad, pero insisten en que lo que hay que hacer, entonces, es poner énfasis en que los procedimientos y protocolos se cumplan.

"Lo que falta es la mayor costumbre de aplicar esos protocolos. Tenemos todas las herramientas para proceder a cultivar transgénicos en condiciones de bioseguridad adecuada", recalca Rafael Vicuña, de la Facultad de Ciencias Biológicas de la UC.

Otro de los cuestionamientos científicos es que en la introducción del gen no se maneja dónde se ubica. "No es lo mismo que un gen se meta en una parte que en otra del receptor. Puede que en una zona funcione súper bien para algunas cosas, pero en otro lugar, sea malo. El material genético es como un ecosistema en si mismo y por eso hay que tener muy claro dónde se pone el gen", dice Flavia Liberona.

Esto era efectivo, pero, dicen los científicos, las tecnologías han evolucionado y en la actualidad permitirían dirigir la ubicación del gen, además de existir la posibilidad de mapearlo.

"Los mal llamados transgénicos son inocuos. En esta tecnología no hay nada que no se pueda predecir", recalca Juan Asenjo, director del centro para bioquímica y biotecnología de la U. de Chile.

"Las técnicas actuales nos permiten saber exactamente dónde está el gen. Hoy disponemos de tecnologías para dirigir dónde se van a insertar. Pero, además, una vez que se tiene introducido, se puede analizar a nivel molecular en el laboratorio, y se tendrán todos los antecedentes y se tendrá trazabilidad", indica Vicuña.

¿Estudios válidos?

La realidad es que generar un transgénico toma varios años, cientos de ensayos y varios cientos de millones de dólares. Por ello los desarrollos son hechos por transnacionales que posteriormente los venden bajo estrictas licencias y a un valor mayor que el de las semillas tradicionales y, en ocasiones, amarrados al uso de un determinado producto (en el caso de los resistentes a herbicidas, por ejemplo).

Dado que detrás de los desarrollos hay poderosas transnacionales, se ha dicho que éstas tienen presionado -e incluso comprados- a los organismos como el FDA norteamericano. Asimismo, hay estudios, como el de Seralini que planteó en 2007, y posteriormente en 2009, que tres eventos distintos de maíz afectaban negativamente las funciones pulmonares y renales de ratas.

Posteriormente, estos estudios los analizaron organizaciones científicas, incluido el Alto Consejo Francés de Biotecnología (http://ogm.gouv.fr/communiques/CP_Saisine-Grosdidier-HCB20090106.pdf) y el Food Standards Australia New Zealand (http://www.foodstandards.govt.nz/educationalmaterial/factsheets/factsheets2009/fsanzresponsetoseral4647.cfm).

Este último indicó que los análisis de Seralini "distorsionaron la significancia toxicológica de sus resultados", por enfatizar el tratamiento estadístico de los datos y no considerar otros factores relevantes", desvirtuándolos.

En Chile son tajantes. "Si yo como pura papa cruda me enfermo. La observación que hago de muchos de estos estudios es que tienen que hacerse imitando condiciones de campo y no ha sido así", enfatiza Vicuña.

El problema de fondo es que no existe una regulación o protocolo de bioseguridad internacional, sino que los sistemas y normas  difieren entre cada país. Esto lleva a que antes de la liberación o aceptación de su cultivo en un país, el "evento", sea testeado en forma particular.

"Cada país o región, en el caso de Europa, tiene sus propias regulaciones. Sin embargo, las pruebas a los que se someten en los países más desarrollados son internacionalmente aceptadas", indica Romilio Espejo, miembro de la Academia Chilena de Ciencias y jefe del laboratorio de biotecnología del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la U. de Chile.

Como los enfoque cada país o región, depende de cómo los incorpore en sus estudios de riesgo.

"En la UE, debido a que los cultivos transgénicos fueron enmarcados como un cambio radical de los productos que anteriormente habían sido introducidos en el mercado, con propiedades potencialmente impredecibles, se debió realizar un estudio de sus riesgos de manera acabada, utilizando un enfoque análogo al de la introducción de especies exóticas al país y sus consiguientes riesgos de propagación incontrolable. En cambio, la mayoría de las empresas y los reguladores de los EE.UU., en consonancia con el enfoque de Oecd, enmarcaron a los OGM como intrínsecamente similares a los productos existentes y, por lo tanto, no requieren ningún escrutinio adicional más allá de los sistemas regulatorios existentes; por ejemplo, para los plaguicidas, alimentos para consumo humano o animales", explica Juan Pablo Rubilar, jefe de proyectos del área medio ambiente y energía de Fundación Chile.

En el país, los científicos no están por el relajo, sino por aplicar los sistemas de seguridad que permitan hacer uso de la tecnología en forma eficiente y sin riesgos para la salud y para el ambiente. "La verdad científica es que si desarrollamos un nuevo transgénico hagamos todos los análisis posibles y apliquemos los protocolos y las medidas de bioseguridad", sostiene Vicuña.

Riesgos potenciales o reales

El tema de los riesgos es considerado también por el Consejo Internacional de Gobierno del Riesgo (IRGC), entidad independiente fundada en 2003 por la Oecd y el Consejo de Negocios Mundiales para el Desarrollo Sustentable. (www.irgc.org ) la que clasifica a los cultivos genéticamente modificados como un riesgo incierto. Y cuando habla de riesgo incierto, se refiere a la falta de información, claridad o calidad de datos científicos, que puedan establecer relaciones causa efecto a través de un enfoque de peso de evidencia.
Pero que los transgénicos pueden tener riesgos o generar impactos es una preocupación. Dado que son para el consumo humano, el impacto que puedan tener en la salud es la primera preocupación.

Romilio Espejo es enfático: "No se puede hacer un juicio sobre transginentes en general. Cada transgénico debe evaluarse independientemente. Sólo los con resultados negativos sobre efectos en salud humana o en el ambiente pueden ser comercializados. Confiando en las evaluaciones, consideramos que todos aquellos aceptados para comercialización son inocuos".

Entre los temores está que podrían ser causantes de alergias, especialmente la soya. En 1991 una transnacional semillera buscaba enriquecer su soya con un aminoácido necesario para el crecimiento de los animales. Para ello introdujo en la leguminosa un gen proveniente de la nuez de Pacá, Brasil, conocida por provocar fuertes reacciones alérgicas en las personas sensibles. Los análisis demostraron que esta soya tenía un alto potencial alergénico para el hombre y la empresa detuvo el desarrollo, aún en etapa de laboratorio, en 1993.

Y de acuerdo con información de ChileBio, se calcula que el 70% de los alimentos elaborados que se comercializan en Estados Unidos y Canadá contienen ingredientes genéticamente modificados autorizados. "Habría unos 300 millones de personas que llevan más de 10 años consumiendo productos derivados de cultivos transgénicos en Norteamérica sin que se haya insinuado siquiera un posible problema", indica Miguel Ángel Sánchez, director ejecutivo de ChileBio.

Dispersión en el ambiente

El otro gran pero viene de la mano del impacto que podría tener sobre el medio ambiente y la biodiversidad.Parte de los problemas que tienen los transgénicos es que a fines de los 90, investigaciones de dos universidades norteamericanas determinaron que el polen generado por una variedad de maíz transgénico provocaría la muerte de las mariposas Monarca en Estados Unidos. Los análisis demostraron que efectivamente el polen contenía un compuesto que resultaba tóxico para esos insectos, lo que llevó a detener la producción de ese evento y a cambiar el gen que se introducía en la soya.

El transgen está en una planta que genera polen y, por lo mismo, ese polen al desplazarse, por el viento o por insectos, puede contaminar con ese gen a especies o variedades  no transgénicas. La posibilidad de contaminación no es sólo por el polen, sino que también podría haber traspaso a través de las bacterias del suelo. Un riesgo es real.

"Puede ocurrir que la transferencia de genes esté ocurriendo todo el tiempo. Con los proyectos genómicos en que se están secuenciando genomas completos de plantas se sabe que hay una transferencia mayor de genes y que algunos organismos superiores tienen genes bacterianos. Pero no pensemos que si se transfiere un gen es como si se transfiriera un cáncer. ¿Por qué ese rechazo a esta tecnología? Aquí lo que se transfiere es un solo gen y cuando con otras técnicas cruzo un A con un B estoy metiéndole un genoma completo al otro. Lo que tenemos que hacer es análisis de riesgo, pero no ponernos barreras infranqueables", enfatiza Vicuña.

La alternativa, dicen los científicos, es hacer los análisis y aplicar las medidas de bioseguridad con zonas libres. Pero, además, hay que tomar medidas y ser estrictos en su cumplimiento.

"Por ejemplo, en Chiloé hay un centro de la papa. Está claro entonces que no se puede tener papa transgénica en esa zona, pues eso implicaría un riesgo innecesario. Pero sí se podría tener en zonas donde no exista esta posibilidad y con todas las medidas de bioseguridad, que hay muchas y seguras en el mundo", enfatiza Sánchez.

Los mismos científicos coinciden en que el temor de los críticos de que los transgénicos puedan generar resistencias y la aparición de súper insectos o malezas incontrolables tiene base.

"Es absolutamente cierto que, como ocurre con cualquier producto, se pueden generar resistencias. Aquí lo que tenemos que hacer es un estudio acabado caso a caso, aplicando todos los protocolos -que existen- de seguridad y tomando todas las precauciones del caso. Pero en el caso de que ocurriera y se generase una resistensia -que insisto, es posible-- lo que hay que hacer es cambiar el gen. Por ejemplo, en la soya lo que se usó es la introducción de un gen de una bacteria que es tóxica para el gusano. Si éste se acostumbra y se vuelve incontrolable, entonces se puede cambiar la toxina. Están las herramientas y los conocimientos que lo permiten", enfatiza Vicuña.

La opinión es bastante unánime. "Este tipo de riesgos son mejor conducidos usando estrategias basadas en la precaución y resiliencia, con objeto de aplicar una aproximación preventiva para asegurar la reversibilidad de decisiones críticas e incrementar la capacidad de copia del sistema, de manera de prevenir las confusiones", dice.

Lo que está claro es que para que el país avance en esta materia y salga del entrampado en que está actualmente, la información se vuelve clave.

"Si se está desarrollando una tecnología, por qué no discutimos cómo se regula, cómo se establece, cómo se etiqueta. En Chile todos comemos transgénicos, el problema es que nadie tiene la opción de decidir si quiere o no hacerlo, porque el acceso a la información no está", enfatiza Flavia Liberona.

"Los transgénicos se van a imponer de todas maneras. Son tales los beneficios que traen, que se van a imponer. No es una panacea que solucione todos los problemas de la agricultura, pero sí ofrece posibilidades de tener mejores rendimientos y menor uso de pesticidas, con el impacto positivo que esto tiene en el medio ambiente. La transgenia es una tremenda herramienta, muy poderosa. Hay que analizarla con todas las precauciones. Pero hay que analizar caso a caso, y que los agricultores decidan  de acuerdo a sus objetivos", concluye Vicuña.

Más de 3.200 científicos de todo el mundo han firmado una declaración en apoyo de la biotecnología agrícola y su seguridad para los humanos, animales y el medio ambiente.
(www.agbioworld.org)

¿Qué es un OMG?

Un organismo genéticamente modificado (OGM) es un organismo animal o vegetal que ha tenido una modificación genética. Esta puede ser consecuencia de procesos naturales, sin intervención humana, o de una manipulación que busca darle nuevas propiedades.

El conjunto de técnicas que permiten estas intervenciones sobre el genoma constituyen la ingeniería genética, sector mayor de las biotecnologías. Y una de sus herramientas es la transgénesis, donde se transfiere un gen que permita colocar una determinada característica. Las principales características introducidas buscan tolerancia a insectos. Para esto se introduce un gen de la bacteria Bacillus Thuringiensis (BT) que genera una toxina que lleva a que el insecto no la ataque. Posteriormente se realizaron eventos tolerantes a herbicidas. Esto significó que un sólo agroquímico mata a todos los vegetales, excepto al cultivo transgénico (RR, por el nombre del herbicida más difundido). Esto lleva a un menor uso de agroquímicos en general, con el menor impacto en el medio ambiente y el menor gasto en insumos que esto implica, dicen los expertos. En la actualidad estas características pueden encontrarse en un mismo producto en los "stackers", o "apilamientos".

Ya estarían prácticamente listos desarrollos que buscan producciones de cereales con resistencia a la sequía, mayor producción de almidón -pensando en biocombustibles, por ejemplo- o con mejores niveles nutricionales más altos niveles de ciertos compuestos como omega 3 o 6, por ejemplo. Se espera que al 2015 habrá 124 distintos eventos aprobados en el mundo (al 2008 eran 33).

Normas para uso en el agro

Resolución SAG N° 1.523 (2001) (Producción de semillas GM)

Norma Técnica N° 83 (2007) sobre incorporación a nómina de eventos biotecnológicos en alimentos.

Ley 20.417 crea el Ministerio del Medio Ambiente, donde se define qué es biotecnología.

El Artículo 10 de la Ley 19.300 de bases generales del Medio Ambiente dice: "Los proyectos o actividades susceptibles de causar impacto ambiental, en cualesquiera de sus fases, que deberán someterse al sistema de evaluación de impacto ambiental, son los siguientes: Proyectos de desarrollo, cultivo o explotación, en las áreas mineras, agrícolas, forestales e hidrobiológicas que utilicen OGM con fines de producción y en áreas no confinadas. El reglamento podrá definir una lista de especies de OGM que, como consecuencia de su comprobado bajo riesgo ambiental, estarán excluidos de esta exigencia. El mismo reglamento establecerá el procedimiento para declarar áreas como libres de OGM.

El reglamento chileno de los alimentos dice que los transgénicos usados en el país deben estar en una lista de aprobados por el Ministerio de Salud, pero no ocurre, pues no se ha implementado este control. Actualmente se están evaluando algunos transgénicos con objeto de hacer la lista.

¿Libre o coexistencia?

Una de las alternativas para autorizar a los cultivos transgénicos es bajo el modelo de coexistencia: es decir, cultivos tradicionales, orgánicos y transgénicos conviven bajo normas que establecen distancias mínimas que deben existir entre un campo con OGM y la zona de seguridad -área que se deja libre de ellos-.

Flavia Liberona es enfática en que en Chile, por la superficie cultivable, esa posibilidad es muy limitada."La coexistencia es prácticamente imposible, porque la superficie es muy pequeña. Y si vamos a jugar a la coexistencia hay una discusión de ordenamiento territorial relevante. Chile tiene mucho más potencial para hacer orgánicos que transgénicos, porque éstos aportan por volumen, no por calidad".

Situación mundial

La superficie con OGM ha crecido 80 veces desde el 1,7 millones de há de 1996 y actualmente representa el 9% del total de hectáreas cultivadas del mundo.

A nivel global es transgénico el 77% de los 90 millones de ha de soya; el 49% de los 33 millones de ha de algódón; el 25% de los 158 millones de ha de maíz; y el 21% de los 31 millones de ha de raps-canola.

EE.UU. tiene 64 millones de hectáreas con OGM (soya, maíz, algodón, canola, calabaza, papaya, alfalfa y remolacha azucarera); Brasil, 21,4 millones de ha y Argentina 21,3 millones, ambos con soya, maíz, y algodón; India, 8,4 millones y Canadá, 8,2 millones. Sudáfrica tiene 2,1 millones de ha de soya, maíz y algodón.

Fuente: Revista del campo

5.julio.2010 - Portal Fruticola

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